miércoles, 28 de marzo de 2012

La huelga general

A estas alturas, cuando restan escasas horas para que comience, la mayoría de nosotros habremos concluido ya ese pequeño ejercicio de introspección y consiguiente examen de conciencia que supone posicionarse al respecto de ese hecho eminentemente violento que es una huelga general. Las razones por las que ir a la huelga son numerosísimas, han sido expuestas por multitud de colectivos y justificadas hasta la saciedad. Así que al menos hoy voy a evitar repetir lo conocido.

También hemos tenido la oportunidad de escuchar los argumentos en su contra. En este caso, me atrevo a decir que hay menos donde elegir, y básicamente se reducen al eterno "No está el horno para bollos", ante lo que surge la obvia interrogante de cuándo ha estado calentito para nosotros, pues en la calle -hogar del sin techo, lugar del deambular del parado y centro de ocio del asalariado- resulta que el resto nos congelamos.

Bajo mi punto de vista es innegable que la huelga está perdida. Como he escrito en un correo, la huelga la va a ganar el miedo y la va a perder la dignidad, nuestra dignidad. Y es la constatación de este hecho la que debería hacernos reflexionar y reaccionar, hasta el punto de ser capaces de extraer unas conclusiones que se me antojan fundamentales de cara al futuro para revertir la actual situación.

En primer lugar considero que a día de hoy hemos perdido la batalla por el lenguaje. El lenguaje es la herramienta gracias a la cual pensamos e imaginamos, es la herramienta con la que construimos las imágenes que posteriormente cristalizan en ideas y acciones. De él emana lo que como humanos podemos aprehender y casi todo lo que podemos crear o expresar (para el resto está el arte).

Además -y tal vez esto sea lo crucial-, nos permite comunicar esas mismas ideas, sentimientos y sensaciones, nos permite, en fin, socializarnos, humanizarnos. Sin embargo, y como es tristemente conocido, también es una herramienta que permite oscurecer y velar las intenciones, dividir, incomunicar e incluso decir sin decir nada (me refiero, por ejemplo, a las imposturas intelectuales denunciadas por Sokal).

Hoy nos encontramos en una situación en la que no nos es ajeno escuchar "No me puedo permitir perder un día de jornal", "No puedo permitir que me señalen en el trabajo si decido hacer huelga..." Y es en la articulación de nuestro diálogo interior en semejantes términos donde radica la auténtica derrota. Que construyamos nuestro relato en términos de "permiso para" en lugar de "ejercicio de". Que nos hayamos permitido llegar al punto en que estamos autorizados a hacer pero no a ejercer. Que nos hallemos inmersos en una sociedad permisiva.

Como bien apuntó Jean-Claude Milner en su crítica al Mayo del 68: "Aquellos que tienen el poder saben muy bien la diferencia entre un derecho y un permiso [...] Un derecho, en el estricto sentido del término, da acceso al ejercicio de un poder a expensas de otro poder. Un permiso no disminuye el poder de quien lo otorga. Tampoco aumenta el poder de quien lo recibe. Hace su vida más fácil, lo que no es nada.[...] He aquí mi pregunta: a la vista de la reconciliación de los notables y de la solidaridad de los más fuertes ¿cómo hacer que los débiles tengan poderes?"

En segundo lugar, creo que hemos perdido por la parte de la ética. Me estoy refiriendo a la actitud de autojustificación de aquellos que aun considerando la reforma laboral lesiva para sus derechos y dignidad, esgrimen argumentos del tipo "no sirve para nada", "sólo yo salgo perjudicado", "soy el único que la va a hacer". En mi opinión no son más que paños calientes para la conciencia o mecanismos falaces para tratar de eludir la responsabilidad que cada uno, como individuo, tiene.

Si uno está de acuerdo con la reforma laboral, con sus consecuencias e implicaciones, es perfectamente legítimo defender un NO a la huelga. Sin embargo, considero que la única actitud verdaderamente honesta y honrada en caso de estar de acuerdo con la huelga y finalmente no ejercer ese derecho consiste en que cada uno realice ese ejercicio de introspección al que me refería al principio, que evalúe sinceramente la situación en la que está, que piense en cómo ha llegado y se responda acerca de qué va a hacer con ella.

Que se interrogue acerca de lo que esta sociedad, este sistema que estamos coadyuvando por acción u omisión, le ha hecho a su integridad. Que se sincere con su miedo. Y que una vez lo haya visto de frente ayude a cambiar las cosas en la medida de sus posibilidades a partir de ahora. Es lo mínimo que deberíamos exigirnos para con la gente que el día 29 va tener el coraje de renunciar a su salario, e incluso va a poner en peligro su puesto de trabajo, no ya para salir a defender sus derechos, sino los de todos. 

Históricamente las huelgas y manifestaciones han servido para redistribuir el poder en pro del pueblo: para conseguir el sufragio universal (ejercido por primera vez en España en las elecciones de 1933), para que un negro sea considerado un igual, para que estemos asegurados o tengamos derecho a baja médica, para que tengamos derecho a vacaciones, o para que "trabajemos" 8h en lugar de 16h como se hacía hace sólo 80 años. 

Si pensamos que hoy estamos mal, y que no nos lo podemos permitir, pensemos en aquellos hombres y mujeres de hace un siglo, que no sólo se jugaban su trabajo, sino en muchas ocasiones el pellejo, conscientes de que sus luchas constituirían hoy nuestros derechos.

Como decía, la huelga esta perdida aún cuando la ganemos, simplemente por el hecho de la imposibilidad de que la realidad de su seguimiento tenga eco fidedigno en los medios.

Sólo espero que sea esta la única batalla que perdamos el próximo jueves, que fruto de estas reflexiones tengamos la energía y el coraje suficiente para tratar de revertir esta situación en las distintas manifestaciones convocadas, siendo responsables haciendo huelga de consumo, solidarizándonos con los trabajadores de las grandes superfícies coaccionados para trabajar, valorando el esfuerzo del pequeño tendero dispuesto a cerrar.

Porque es ahí, en la calle, en la plaza y en nuestra actitud como consumidores donde se va a dilucidar el éxito y la visibilidad de la huelga. La otra estaba ya descontada. Que empiecen a contar los efectos de esta.

Para más información, podéis resolver cualquier duda sobre la huelga en esta excelente recopilación: tomalahuelga.

P.D: Si te ha gustado, y sin que sirva de precedente, te pediría que compartieras este u otros artículos parecidos que hayas podido leer. Aún estamos a tiempo de sumar gente de cara a las distintas huelgas previstas para mañana. Gracias!!

2 comentarios:

  1. Discrepo totalmente de tu opinión y con tu exposición, aunque esté muy bien escrita.
    Los derechos de los trabajadores son opciones, unas legitimas y otras impuestas, que se han ido adquiriendo porque la propia sociedad las ha podido asumir.
    Llevamos cuatro años inmersos en la crisis y oyendo que "tenemos que apretarnos el cinturon". Y ahora que de verdad lo hacemos, ¿nos llevamos las manos a la cabeza?.
    Nombrar los motivos históricos de las huelgas no juega para nada en favor de secundar ésta. Sufragio universal, baja médica, igualdad... ¿se pueden comparar un ápice estos derechos legítimos con los privilegios que estamos "perdiendo"?. Sí, has leido bien, privilegios que antes podíamos tener y ahora no.
    Las revisiones al alza son siempre fantásticas, y motivo de pompa y esplendor. A la baja, no. Arrimar el hombro no va con las bases.

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  2. Pues nada Anónimo, dejemos que nos quiten todos esos "privilegios" y que solo los trabajadores y parados tengan que asumir esa opresión en sus cinturones... Yo por lo menos, no me puedo apretar el cinturón y bajármelo al mismo tiempo...

    Espero que tu situación personal te permita hacer los esfuerzos que nos están pidiendo y que si tienes trabajo, no te pongas enfermo más de 9 días en 2 meses, y que en tu empresa no decidan cambiarte las condiciones que firmaste, y que no decidan mandarte a currar a Polonia...

    Una cosa es hacer esfuerzos en tiempos de crisis, pero otra es que solo las empresas tengan voz y voto sobre tus condiciones de trabajo. Te has parado a pensar que la reforma laboral no significa apretarse el cinturón? De verdad crees que esta reforma y esta huelga no tiene nada que ver con los derechos legítimos a los que te refieres? Hazte un favor a ti mism@ y siéntate a leer la reforma laboral...

    Y otra pregunta, te has parado de verdad a reflexionar sobre quien esta haciendo los esfuerzos en lo que va de crisis? Porque siempre hay dinero para inyectar hacia una misma dirección mientras recortan sanidad, educación, etc...

    Si tu opinión de verdad se basa en una reflexión/información hecha a conciencia, la respeto, y respeto tu decisión de arrimar el hombro. Yo por mi parte, decidiré arrimar el hombro en el lado de quien defiende mis derechos y no juega con el dinero que me restan todos los meses de la nómima.

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